lunes, 28 de octubre de 2019

22 Patricia Habla de NPR



Debo decir que llevo años teniendo a Patricia Ramos como mi compañera de guerra. Ella de una manera disimulada y silenciosa se va poco a poco fundiendo con mis proyectos y acabamos formando una inseparable unión fruto de la cual nuestras habilidades artísticas salen potenciadas. No cabe un diario sin que ella intervenga. Aquí esta el testimonio de Patricia Ramos Ramos, carne de poema:
Patricia Ramos 28/08/2019
Cuando Alfonso me propuso la idea de participar en este proyecto, la primera duda obvia que me asaltó fue ¿Desnudos? ¿Estamos seguros de eso?. El desnudo femenino siempre se ha asociado a algo sucio, sobreerotizado. Es un reclamo, en tanto que se convierte a la mujer en un objeto: en cualquier anuncio, póster, película, etc. se nos despersonaliza para convertirnos en mero objeto de deseo. A lo largo del tiempo, se ha buscado la imagen perfecta que pueda cumplir los deseos y servir a la satisfacción e imaginación de quienes se creían con derecho a algo simplemente porque sí. Las mujeres somos, entonces, sujetos pasivos. Estamos para complacer. Y nada más. Y, como tales, ocupamos una categoría inferior.
El mismo Alfonso me comentó en más de una ocasión el debate interno que mantuvo al respecto. ¿Estaba suficientemente preparado para hacerlo? ¿Había alcanzado la madurez suficiente? ¿Podría ver y conseguir transmitir el lado artístico en sus imágenes sin caer -ellas y él- en la eterna sexualización del cuerpo femenino?
En toda esta andadura, puedo asegurar que la respuesta a dichas preguntas es afirmativa. En las fotografías de Nuestra Pequeña República no salen solo cuerpos. Lo que se puede ver (siempre que se quiera mirar; el que quiere mantenerse ciego, ciego se queda) son luchas internas, experiencias que alguna vez todas hemos compartido o conocido, mensajes lanzados para que alguien, por fin, escuche.
Si me preguntan, como feminista, cómo puedo defender un libro de desnudos femeninos, la respuesta es tan simple a primera vista como compleja en cuanto le das una vuelta: las mujeres podemos enseñar nuestro cuerpo si somos libres para hacerlo.
Intento explicarme: todas las modelos que participan en este trabajo son voluntarias. Todas ellas, durante las sesiones, fueron compartiendo sus sentimientos y pensamientos acerca de la visión de la mujer y de sus experiencias como tales, en diferentes perspectivas. Nadie buscaba ver una parte u otra en concreto. Simplemente, lo que se pretendía era transmitir un mensaje. Ya sé que puede parecer contradictorio: el cuerpo como medio para hacer algo. Si el cuerpo es un medio, ¿no se convierte en objeto?
La diferencia, en este y en cualesquiera otros proyectos que busquen algo parecido, es que no se vienen a ver tetas y culos. Lo que se ve (insisto, cuando quieres saber mirar) es una historia. Es rabia, es decepción, es lucha, es compañerismo. Es feminismo. Veo tu cuerpo, sí, pero observo la persona que hay en él, lo que me quieres contar.
El feminismo, y las feministas, estamos siempre en construcción, estamos siempre aprendiendo. Claro que tenemos fallos, claro que tenemos contradicciones. Pero trabajamos por superarlo. Criticamos la hipersexualización y la combatimos a base de desnudos. ¿Cómo puede ser posible? La libertad, repito. Todo se basa en empoderarnos.
Lo planteo de este modo: ¿soy libre cuando me depilo? ¿Lo hago porque me gusta o porque es lo que tengo que hacer? Cuando me maquillo, me veo mejor. ¿Tengo que responder a una sociedad que me espera siempre perfecta o lo hago por mí? La libertad no se trata de poder o no poder hacer algo. Claro que, en ese sentido, soy libre para depilarme y maquillarme. Nadie me lo prohíbe. Pero, ¿realmente soy libre? ¿Lo hago porque quiero o porque es lo que se espera de mí? Es decir, ¿quiero hacerlo porque sale de mí o sale de mí porque es lo que se espera y lo he asumido?
Soy feminista, llevo muchos años aprendiendo, seguiré haciéndolo: no estoy segura de la respuesta. Pero estoy en ello. Estamos en ello.
¿A dónde quiero llegar con esta pseudodisertación filosófica? A que no se trata del desnudo en sí, de la depilación en sí, del maquillaje, de la actuación... Se trata de los motivos que nos llevan a hacerlo. Podemos desnudarnos si nos da la gana. Tenemos derecho a hacerlo, sin que nadie nos sexualice. Y que lo hagamos no nos resta derecho a criticar la hipersexualización del cuerpo femenino. Es tan simple como que, si quiero, puedo. Pero debería querer hacerlo porque sale de mí y debería salir de mí sin injerencias externas. Ya lo sé, es muy fácil de decir. Pero la realidad es compleja.
He pensado también varias veces que seguro que habrá compañeras que no estén de acuerdo con esta forma de reivindicación. Y machistas que se froten las manos. Pero a todos ellos les digo lo mismo: somos libres. Creo que lo estamos haciendo bien, precisamente por eso.
Así que por todo ello, por nuestro aprendizaje constante, por nuestra liberación, seguimos, seguiremos. Con nuestros fallos y contradicciones, aprendiendo, pero tendiéndonos siempre la mano.

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